miércoles, 6 de junio de 2012

ONCE


Estaba rasurándose la barba, era una barba larga y ya pintaba canas, estaba sentado en un banco enclenque, que se tambaleaba cada vez que se acercaba al espejo a ver el poro que le sangraba  y la sangre que corría lentamente por su rostro.

Cuando por fin terminó, abrió la llave de la tina para que el agua se calentara y salió del cálido baño a su recámara, Leonid, vivía en el galerón de un edificio de Moscú, su apartamento era muy frío y en el invierno, este casi no tenía luz. Leonid estaba semidesnudo, solo tenía uno calzoncillos que a penas lo tapaban del frío. Sacó un traje color azul, camisa blanca y la corbata que usaba cada martes, un roja con líneas azul marino. Regresa caminando lentamente al baño y cuando se mira de reojo en el espejo, casi no se reconoció. Leonid sabía que estaba mal y que tenía que salir de ese encierro que lo tenía desmotivado, triste, impotente y ojeroso.

Se metió a la tina, con el agua casi hirviendo, pero estaba consiente que ese baño lo necesitaba después de tanto tiempo de no tocar el agua. Se quedó con el cuerpo sumergido por varios minutos pensando – Qué será de mi vida ahora, perdí a mi hija y perdí también a mi mujer – . Cuando se cansó de contemplar cómo sus pies se hacían viejos y como sus manos se arrugaban con el efecto de agua, salió de un brinco, dispuesto a conquistar el mundo de nuevo.

Más entusiasmado, se vistió, tomó su abrigo y descartando el elevador, bajó por las escaleras. – Buenos días oficial – le dijo al policía del edificio y el hombre se quedó atónito de verlo salir.

Todavía iba temprano a su oficina por lo que decidió caminar, para poder seguir pensando en la forma en la que su vida iba a cambiar. Cuando llegó a la oficina, donde todos estaban callados, unos cuantos esperando sentados en unos sillones y la secretaria sentándose en su lugar después de haber ido por un café. Leonid miró el panorama pensando – que raro se encuentra todo, qué cambiado está, ni siquiera están las mismas personas dentro de este lugar –. Siguió caminando y se dirigió a su lugar, cuando llegó, ya había alguien ocupando su asiento, - ¿Quién eres tu? – El joven seguía en sus cosas sin ni siquiera hacerle caso, -Disculpa, este es mi lugar – comentó, pero el joven no lo volteaba a ver. Empezó a buscar a sus compañero de trabajo, muchos ya no se encontraban ahí y otros no lo reconocían, lo miraban como si fuera un loco. Leonid corría por toda la oficina, buscado alguien que lo reconociera, pero todos lo ignoraban, era como si no existiera.
Salió de la oficina molesto, no dijo adiós a nadie. Tomó el metro, y encontró a un señor que estaba por prender un cigarrillo – ¿Me das fuego? – el hombre lo volteo a ver fijo a los ojos, se dio la vuelta y siguió su camino.

Cuando iba a entrar al edificio de su departamento, encontró a su mujer, sentada en el piso temblando de frió rodeada de una nube de humo de cigarro. La tomó de los brazos, la levantó y le dijo: - ¿Qué haces aquí? – ella contestó – Nada esperándote, necesito hablar contigo, me siento muy sola - . Instantáneamente, subieron al departamento, estaba muy oscuro. Él se sirvió un vodka y a ella un té del que salía mucho vapor.

Se sentaron en la sala y ella comenzó a llorar, estaba nerviosa y agobiada.
-Necesitaba verte, para saber cómo estabas, pensé que seguías en tu encierro, pero estaba preocupada porque ya han pasado nueve meses desde que Gena murió - . –No tengo nada que decirte, hoy salí de aquí muy motivado y de pronto parece que nadie me reconoce y me reconforta mucho que hayas venido a buscarme- dijo Leonid.

-No vine a buscarte para hacerte sentir mejor, vine porque me voy a casar con un hombre que recién conocí en mi viaje a Grecia, estoy dispuesta a hacer una vida con él. Ha comprendido muy bien lo que pasó y ha sido un consuelo para mi – Leonid se estaba desmoronando por dentro, cambió su cara totalmente, mientras ella sacaba de su chamarra los papeles del divorcio.

-No me dejes, no puedes concluir así las cosas, a penas esta mañana me decidí a salir de esto, a buscarte, a reanudar mi vida contigo. Por favor, piensa las cosas, piensa en lo que hemos vivido juntos y en todo lo que hemos pasado, lo podemos superar, lo podemos trabajar -. Dijo Leonid rompiendo en llanto.

Valya le da un beso en la mejilla, le deja los papeles en la mesa y sale del departamento.

Empieza a sonar el despertador y tirado en la cama, se da cuenta que todo es un sueño. Pero se queda pensando en que si ese día empezara de nuevo su vida, seguramente sería cómo en su sueño.

Se mira al espejo, con el mismo rostro de siempre; se acerca y decide tomar acción. Toma un rastrillo, se rasura la barba, saca su ropa y se mete a la tina casi hirviendo, tal como pasó en su sueño. En la tina Leonid meditando – Que podría pasar si salgo a la calle el día de hoy y si el sueño se cumple, que será de mi su Valya me deja por otro hombre, cuando no hice nada por luchar por su amor y por vivir juntos el duelo de la muerte de nuestra hija - . Leonid mira el calendario y se da cuenta que era 11 de noviembre, el día del cumpleaños de Gena su hija y el mismo día de la muerte de ella.

Sale de la tina y empieza a alistar todo. Toma una cuerda, la lanza a una de las vigas, él ya estaba vestido, rasurado y muy formal, esperando el gran evento. Toma el banco enclenque del baño y lo pone a la mitad de su sala. Se sube, se coloca la cuerda alrededor del cuello y espera a que el reloj marque las once de la mañana. Justo cuando el segundero para y cambia a las once, el patea el banco y se ahorca.

Cuando los peritos entraron al departamento, se encuentran con el cuerpo casi podrido, pues llevaba varios días ahí colgado. Encuentran una carta a Valya encima de la mesa donde en su sueño ella dejó los papeles del divorcio e inmediatamente la llamaron.

El cuerpo estaba entrando a la ambulancia cuando ella llegó, y le entregaron la carta.
-Valya:
Siento mucho haber huído de esta manera, no podía más con el dolor de haber perdido a nuestra hija y con la culpa de que haya sido por mi culpa, pero menos con el dolor de perder al único amor de mi vida. Moscú es un lugar hermoso para ti y seguramente conocerás quien te haga feliz y quien te haga olvidar la desgracia que fue conocerme. Te pido me perdones y nunca olvides lo mucho que te amé.
Por siempre y para siempre Leonid.

2 comentarios:

  1. O.o ¡Qué dramón!
    Buen trabajo.
    Me permito felicitarla por el excelente desempeño realizado durante el semestre y la constancia de éste. Gracias por tu entusiasmo y dedicación.

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  2. PD Qué feo quedó tu ebook ahí volando en la columna:(

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